Desde que habito el mar
Desde que habito el mar
las caricias son cotidianas:
corrientes vienen y van entre las piernas,
jaloneos magnéticos se ajustan al pecho.
Se escuchan conversaciones de viento en viento,
golpecitos de agua pasan por la garganta.
Amaso sin descanso la piel arena de lo cotidiano,
peces me nacen de la boca y los pongo al agua
para que bailen.
Sin embargo, cuando habito el mar de mi memoria:
huracanes anuncian su llegada,
el mar se agita vigoroso.
La caricia brusca de unas manos se presenta.
Lágrimas inundan todo;
mojan, lo ya húmedo con otras aguas.
Las piedras ya no quieren sostenerse,
cadáveres llegan flotando a la playa.
Así de incompatibles son mis mares.
Brenda Contreras Cruz
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