En medio de la pandemia, oaxaqueños reciben a sus muertos.
El Dia de muertos en Oaxaca es una de las festividades más importantes que se celebran en el estado, me atrevo a decir que más que la Guelaguetza. Cada año los mercados se llenan de flores, pan, chocolate, frutas, cañas, calaveras de azúcar, y demás adornos y elementos que forman parte de las ofrendas que se colocan en las casas.
Las calles de la ciudad se pintan de murales alusivos a la fecha, los barrios y colonias se organizan para invitar a sus muerteadas y comparsas, que en términos generales son procesiones con gente disfrazada y acompañadas de bandas de música que, durante toda la noche, recorren las calles.
En las noches de comparsa el tiempo se disuelve, se recibe la luz del día entre disfraces, alcohol y música. Cuetes, tambores, y gritos son parte de lo que se escucha por las calles. Incluso todo el mes de noviembre se mide por comparsas y sus réplicas: la octava, la quinceava y seguro existe hasta la veinteava.
Los panteones se llenan de velas, luces gente y flores entre las tumbas, tapetes de arena, ofrendas y puestos de antojitos para matar el hambre que crece entre tanta fiesta. Estas tradiciones son parte de la historia y la organización de barrios, colonias y comunidades. Pero ¿cómo se vivieron estas fiestas tan imprescindibles en un año donde más que confrontar a la muerte hemos querido contenerla?
A raíz de la pandemia de Covid 19 el gobierno del estado prohibió la realización de actividades alusivas al Dia de muertos. Aún con ello, a través de redes sociales se difundieron fotografías de un corredor turístico lleno de gente, o bien noticias de que se disolvían comparsas o fiestas clandestinas en algunos lugares.
Pero también es cierto que surgieron alternativas para no dejar pasar la emotiva fecha sin poner en riesgo a la población. He visto por ejemplo programas en Facebook donde vestidos de diablo o con disfraces de las comparsas, hablan sobre las tradiciones o personajes de sus comunidades. Se ha empezado, a través de diferentes medios a documentar las tradiciones. Quizá esta tregua con la muerte, no la muerte que se festeja sino la muerte que acecha y amenaza, nos de para valorar la grandiosidad de nuestra organización entorno a las fiestas del día de muertos.
En las comunidades de las diferentes regiones de Oaxaca las costumbres van variando, con mas solemnidad se construyen las ofrendas y las pláticas familiares para recordar a quienes ya se fueron. Esto es quizá una de las practicas menos riesgosas para festejar nuestro día de muertos.
En una de las comunidades pertenecientes al municipio de Miahuatlán, desde el 15 de octubre se va al panteón. Se les llevan flores y velas, es una forma de llamar a los difuntos, de invitarlos para que vengan a comer a sus ofrendas el día de muertos.
En algunas tumbas se pueden ver cartas o recados de invitación para que visiten sus altares. El 30 de octubre se pone el nixtamal para que el 31 se empiecen a hacer los tamales, durante el 2 de noviembre se colocan en los altares platos de comida caliente, como si se atendiera a los difuntos que están ahí, platicando y disfrutando de los alimentos.
Hay muchos significados sobre lo que se coloca en la ofrenda, pero los elementos que no pueden faltar son: el agua, las flores y el copal. El agua se les pone en un vaso de vidrio porque vienen cansados del camino, traen sed. Las flores se van a cortar al cerro, la más común es la flor de cempazuchitl y birushe. El humo que emana del somador con copal es parte de su alimento también. Les gusta el humo, dicen las señoras mientras soplan ese olor ancestral a copal que se pierde entre el contorno de las frutas.
No los vemos, pero aquí están. Mi bisabuela perdió a sus papas a los 6 años y contaba que cuando estaban haciendo el arco para recibirlos, ella los escuchaba llegar; se oían voces y pláticas. También es común en estos días, soñarlos que llegan con sus mejores trajes y contentos de disfrutar por única vez al año de la comida que tanto les gustaba.
Es una fecha para convivir; para dar lo que hay, lo que se prepara en cada u
na de las casas. Lo demás, lo de los sueños, las pláticas, la comida caliente cuyo sabor se va a bocanadas, las cartas de invitación, eso es algo que a cada quien puede aliviarle un poco el dolor de una pérdida que con los años no se olvida, pero se va acomodando con los rituales coloridos y sabrosos de quienes nos quedamos.
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