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La Revolución inagotable.

Por Ricardo Méndez Hernández

“¿Sabes a dónde nos conducirían unas elecciones libres? Al triunfo del señor Obispo. Nosotros, los revolucionarios verdaderos, los que sabemos lo que necesita este México tan querido, seguimos siendo una minoría”

General Vidal Sánchez al Gral. José Guadalupe Arroyo, en

 Los relámpagos de agosto.

Las revoluciones son mitos que trascienden más allá de sus propios limites temporales. Son movimientos que trasgreden, destruyen y derriban lo que les antecede para crear asideros y porvenires mejores. Pero ¿En verdad son responsables de todo esto?, De entre la familia de revoluciones mundiales sin duda la más famosa es la francesa, no solo porque inaugura una nueva etapa en que se divide la Historia sino porque desde ese crisol se verán, analizaran e imitaran los subsecuentes movimientos que adquieran el adjetivo revolucionario. Entre estas están la china, La rusa, la cubana y por supuesto la mexicana. Esta última, como muchas de sus hermanas, tendrá una vitalidad importante durante gran parte del siglo XX, las razones son simples, después de la tormenta de la lucha arma que barre con el régimen Porfirista se estructurarán las instituciones modernas que producirán a la sociedad y al México actual. Hoy un nuevo gobierno se ha encargado de traer a la discusión la vigencia y legado de este movimiento armado, sin embargo, las cosas a veces no son como las pintan.

Una de las cosas más difíciles para los historiadores ha sido el de la temporalidad, ¿Cuánto duró la Revolución?, muchos señalan que con la constitución de 1917 se concluyó el proceso, pero otros más como Adolfo Gilly en su libro La revolución interrumpida plantea que en realidad se extendió hasta 1940, año del termino del gobierno de Lázaro Cárdenas y que después se comenzó un periodo de retroceso de los ideales populares que le habían dado coherencia al Cardenismo. Lo cierto es que después de que la facción Sonorense, integrada por Álvaro Obregón, Adolfo de la Huerta y Plutarco Elías Calles, tomaran el poder al enfrentarse al carrancismo se comenzó un arduo proceso de institucionalización de la lucha armada, el objetivo era hacer realidad los “ideales de las masas populares”, y lograr conciliar a la gran familia revolucionaria. El asesinato de Villa les quitaba del camino los pocos obstáculos que tenían y la fundación del PNR (abuelo del PRI) les daba el instrumento perfecto para sus objetivos.

Para institucionalizar la Revolución hacia falta crear un discurso que la presentara como un solo movimiento, uno en donde Zapatistas, Villistas, Carrancistas y Obregonistas serian actores que juntos habían peleado por la emancipación del pueblo mexicano y tenían objetivos e ideales comunes. No importaba que Carranza había mandado a asesinar a Zapata, lo mismo que hizo Obregón con Villa y Carranza o que Adolfo de la Huerta había llevado a cabo una rebelión en contra de su antiguo jefe. A la luz de la historia oficial todos ellos eran revolucionarios y merecían un lugar en el gran monumento que aspiraba a ser palacio legislativo con Porfirio Diaz. Sin embargo, poco a poco esa historia de luchas, generales y héroes fue tomando forma, el partido de la revolución gobernaba en nombre de esta y los políticos emanados de este eran quienes se encargaban de cristalizar las demandas de esos campesinos que se lanzaron a una Revolución porque no querían cambiar.

El PRI por muchos años hizo que el discurso revolucionario permeara en sus principios, la corporativización de la sociedad, el populismo que lo caracterizaba y el pragmatismo ideológico (todos eran revolucionarios), le permitieron anclarse al poder durante mas de 70 años, pero las rupturas pronto se comenzaron a forjar al calor de las contradicciones del régimen. Los movimientos sociales que surgían mostraban que la Revolución Social de influjo Villista y Zapatista no había triunfado, los campesinos habían sido controlados con el ejido, los obreros eran usados por el charrismo de la CTM, y la disidencia social mostraba que después del 68 el PRI ya no representaba a la Revolución. El triunfo del PAN simbolizó el triunfo de la versión católica, Sinarquista, a veces liberal, de la Revolución, los revisionistas trataron, infructuosamente, de darle la puñalada final, pero, a pesar de todo, los estudios de la Revolución parecen tomar nuevos bríos y muestran interpretaciones que se desprenden de la hegemonía que representaba la versión carrancista de la Historia. Pronto surge una nueva idea de la Revolución Mexicana, donde los protagonistas ya no son los caudillos, vistos antes como motores de la historia, ahora, son los derrotados, campesinos, obreros, mujeres, esos que fueron olvidados, como decía el Historiador Ingles, E. P. Thompson, por la enorme prepotencia de la posteridad los que nos vuelven a recordar que la Revolución, como movimiento, aún tiene una fuerza inagotable que espera ser descubierta.

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