Historia

¿Qué hacemos con el monumento Cristóbal Colón? || Una reflexión sobre el 12 de octubre

12 de octubre del 2021

Por Ricardo Méndez Hernández

La imagen no corresponde con el monumento Cristobal Colón

Monumentos con pies de barro.

La erección de monumentos durante toda la Historia está relacionada con la reproducción de una verdad histórica y la difusión de una narrativa nacional además de una memoria que se podría catalogar como colectiva y su constante impugnación y disputa. “una buena parte de la búsqueda del pasado se coloca bajo el signo de la tarea de no olvidar” (Ricoeur, 2004,  51) sin embargo, en cuanto a la cultura cívica, esta es estructurada por el Estado, pues como dice Louis Marín “la institución del poder se apropia de la representación como si fuera suya. El poder se da representaciones, produce sus representaciones de lenguaje e imagen.” (2009, 136) y estas reinterpretaciones se dan en las plazas públicas con los monumentos, con las estatuas que transportan una imagen del pasado al presente, hace que los llamados héroes estén vigilantes, se hagan presentes, nos miren y nos condenen “hacer como si el otro, el ausente, fuera aquí y ahora el mismo; no presencia, sino efecto de presencia” (2009, 137) y así a lo largo y ancho del globo se representa la historia en imágenes, en monumentos en narrativas.

Hablar de memoria es algo complejo pues la memoria es una caja de pandora de la que muchos autores han sacado conclusiones interesantes. Sin duda una de las cuestiones que mas nos afecta a los historiadores es la forma en la que la memoria se cristaliza en objetos tangibles, en pruebas documentales, en fuentes que se convertirán en la materia para urdir el relato histórico. La memoria, según Ricoeur, es presencia de lo ausente ya que evoca algo que desapareció, que ya no existe, que fue arrastrado por el paso vertiginoso del tiempo. Sin embargo, se mueve, y es que la presencia de la alteridad, de lo existido surge de entre las entrañas de la historia. Estos fenómenos “mnemónicos que implican el cuerpo, el espacio, el horizonte del mundo” (Ricoeur, 2004, p. 61) son espacios en los que se regresa al pasado, estos “Lugares de memoria”,  pero antes de esta memoria se encuentra la memoria corporal porque está vinculada con los lugares, con los recorridos, con desplazarse, con orientarse “con vivir en”  es por ello que estos lugares son vitales ya que “funcionan principalmente a la manera de los reminder, de los indicios de rememoración, que ofrece sucesivamente un apoyo a la memoria que falla, una disputa en la lucha contra el olvido (Ricoeur, 2004, p. 63) incluso una suplencia, una forma de llenar un vacíos, un sustituto.

La forma en que la memoria y los lugares se relaciona es aprovechada por el Estado, pero también por las religiones, pues los lugares santos, las iglesias los camposantos, son lugares que rememoran, que traen de vuelta los recuerdos, además de que se provoca, en palabras Mircea Eliade, una Hierofanía, pues al entrar a un lugar se activa tu memoria, y te comportas más solemne, más respetuoso, más nostálgico, dices: “cuando era niño aquí…” y de esa forma “los lugares permanecen, como inscripciones, monumentos, potencialmente documentos, mientras que los recuerdos trasmitidos únicamente por la vía oral vuelan como lo hace la palabra, (2009, p. 64) pero como nos advierte Louis Marin, “representación y poder son de la misma naturaleza” y es en las representaciones que se encuentran en los monumentos y los lugares donde se ejerce un poder sobre el otro, pues como decía Didi uberman “Siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo.” Y así como la imagen tiene mas de memoria y mas de por venir que los sujetos que la admiran, así mismo los lugares, los monumentos tienen todo ello ya que nosotros somos perecederos en un corto tiempo y la imagen, no lo es, permanece, igual que el monumento, que el lugar. “¿No es evidente que la “clave” para comprender un objeto del pasado se encuentra en el pasado mismo, y más aún, en el mismo pasado que el del objeto?” (Huberman, 2011, p.36) Esto nos lleva a una controversia en cuanto a los monumentos que se construyeron hace décadas o cientos de años y que son derrumbados actualmente; ¿podemos exigirle al pasado una corrección política que no se tenia y que ahora se ve como necesario?

Esta pregunta es sin duda pertinente a la hora de analizar la relación de memoria y monumento ya que nos plantea una encrucijada compleja, por el hecho de que si bien es cierto que es el Estado el que construye, impugna y elabora una narrativa nacional que se ve cristalizada en una serie de fechas, celebraciones cívicas y monumentos, también es innegable que todo esto sucede en el presente, como señala Hartog cuando nos dice que “en cierto sentido, todo grupo, toda sociedad ayer como hoy, no cuenta mas que con su presente. Después pueden venir diversas estrategias, que conduzcan a valorarlo, o por el contrario, a menospreciarlo, en proporciones variables y siempre cambiantes según las circunstancias.” (2003, p. 135) y es por ello que entonces son validos los cuestionamientos que se hacen a la monumentalidad de la historia pasada, de los héroes de bronce y de los lugares de memoria que impugna el estado. Sin embargo, este cuestionamiento entra en conflicto con el Estado, y a su vez con el poder, porque la iconicidad de ese  Estado depende de sus imágenes, de sus rituales y de su discurso cívico, el poder y la representación como menciona Louis Marín, son indisociables desde los primeros discurso de Maquiavelo o Hobbes, y es que “Representar, hemos dicho, es hacer volver al muerto como si estuviera presente y vivo, y es también redoblar el presente e intensificar la presencia en la institución de un sujeto de representación” (2011, p. 140) y así como el rey solo es monarca en imágenes, así también el Estado necesita de ese mecanismo de poder solo que no muestra las imágenes del rey sino de los ausentes, de los héroes que forman y le dan sustancia al poder del gobierno. El Estado basa sus representaciones en reyes muertos, en héroes de bronce entonces la estatua de Cristóbal Colon es parte de esa representación, de ese poder, refleja un discurso.

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La obsesión de la incrustación del pasado en el corazón presente es lo que llevado a la creación de monumentos en distintas épocas y periodos. Junto a esta fetichización de los objetos de historia podemos decir que el monumento es, por así decirlo, un intento de rememoración que el estado esta implantando en las plazas publicas y avenidas para generar un sentido identitario y una memoria colectiva falsa y es que “la resurrección del pasado tiende a revestir formas cuasi alucinantes” (Ricoeur, 2004, p. 78) en las que se borran las líneas de la memoria que forman los grupos sociales y la que es creada a partir de diversos mecanismos del Estado. El malentendido como lo esboza Hartog, para describir la diferencias de regímenes de historicidad y su encuentre y discordancia sin duda nos muestra que en efecto, para algunas sociedades construyen su visión del tiempo distinta la visión occidental, muchas veces el presente, el pasado y el futuro convergen en un mismo punto y se tiene que lograr conciliar esta visiones, pensemos pues en los pueblos originarios de Mesoamérica en donde sin duda los regímenes de historicidad son distintos, las visiones del pasado se encuentran en su presenta, incluso actualmente. La erección de monumentos a los conquistadores ha provocado una pugna muy grande por la memoria y por la Historia y quizá el inicio de esa pugna se encuentre en el año de 1992 en san Cristóbal de las Casas, año en el que un grupo de Indígenas derrumba la estatua de Diego de Mazariegos y comienza un movimiento reivindicativo que ponía como punta de lanza la historia de los pueblos indígenas ya adoptaba el nombre de uno de los dirigentes de la Revolución Mexicana. Como decía Edward Said, sobre las teorías, que viajaban en el tiempo hacia distintos lugares, aunque a veces perdían impulso inicial, así también las luchas colectivas y reivindicaciones son viajeras de algún modo. La pugna  sobre la estatua de Colon que se dio  en fechas recientes no habla de esa permanencia.

Una pugna por la memoria: ¿Cuál es el simbolismo detrás de un monumento?

 Los movimientos de protesta contra los héroes de bronce tienen su origen en los estados unidos, una sociedad, bastante racista ya que tiene contradicciones, como señala Enzo Traverso “El antirracismo es una batalla por la memoria. Esta es una de las características más notables de la ola de protestas que ha surgido en todo el mundo después del asesinato de George Floyd en Minneapolis” (2020, p. 1) pero sin duda esto plantea un debate mas ancho en cuento a las consideraciones de la memoria y su relación con la historia, porque, sin duda la escritura de la Historia  esta en medio de este dilema, pues no es sino por los discursos oficiales que se erigen esas estatuas y se han olvidado a ciertos actores de los libros y paginas de esta historia, en este caso se olvidó a los esclavos partes de la historia americana. Pero ¿Es la Historia un tribunal donde se pueden juzgar a quienes vivieron en un tiempo ya pasado?, Jean Mayer cita un texto famoso de Bloch que dice:

“Durante mucho tiempo, el historiador ha sido visto como una manera de juez de los Infiernos, encargado de distribuir a los héroes difuntos el elogio y la condena… Como no hay nada más variable que tales juicios, sometidos a todas las fluctuaciones de la consciencia colectiva o del capricho personal, la historia se dio gratuitamente la fama de la más incierta de las disciplinas; después de las imputaciones huecas vienen las rehabilitaciones no menos vanas. Conviene romper con tal maniqueísmo, conviene renunciar a levantar un pedestal para aquél, conviene renunciar a levantar la columna de la infamia para el otro” (citado en Nexos, 2021)

Y esto nos llama la atención debido a que, si bien es cierto que la historia no debe erigirse como un tribunal, tampoco puede ser silenciados los discursos que promueven la decolonialidad y quieren darles voz a los subalternos. Por otro lado no se le puede juzgar a los personajes del siglo XVI o XIX con los valores del presente, eso seria caer en el pecado mortal de la Historia, en el anacronismo, pecado que se castiga con el ostracismo, pero como bien nos dice Uberman, cuando afirma que el anacronismo debe ser usado para tomar y reconocer su fortaleza en la escritura de los discursos, porque, queramoslo o no nuestra visión es anacrónica desde un inicio porque estamos interpretando acotamientos desde diferentes horizontes, lecturas y autores, entonces, el anacronismo como dice es una oportunidad metodológica para poder ensanchar la historia.

Pero muchas veces ese impulso que derrumba todo su paso se olvida que la historia es construida por los historiadores y estos deben tener una responsabilidad con el horizonte de verdad, aunque la pretensión de esa verdad es ineludible se admite espacio para la imaginación. No podemos sin duda creer que el pasado fue mejor, como dice José Manuel Sánchez: “No quiero decir con esto que debamos aceptar, sin más, las herencias recibidas, entre ellas monumentos a dictadores, explotadores o xenófobos –¡hay tanto aborrecible del pasado! –, sí que para ejercer semejante repudio es preciso, al menos, conocer realmente cuál fue ese pasado, no vayamos a incluir a Cervantes y similares en la nómina” es justamente esto lo que debemos de considerar a la hora de juzgar al pasado, tener consciencia del hecho de que en efecto  hay tanto que no nos gusta del pasado, pero en su momento fueron aceptados por la sociedad y se vio con normalidad. Ahora que vivimos momentos de debate ideológico que desembocan en polémicas historiográficas, los gobernantes buscan ejemplos y argumentos en el pasado. O ‘gorman, citado por Meyer, nos dice; “el idioma conciliador de una conciencia histórica en paz consigo misma, o si se prefiere, de la convicción madura y generosa de que la patria es lo que es, por lo que ha sido, y que si, tal como ella es, no es indigna de nuestro amor, ese amor tiene que incluir de alguna manera la suma total de nuestro pasado” (pp. 22-24). Y solo será posible esa suma si se Re-inspecciona el pasado, se sueltan los fantasmas de la memoria.

Vivimos una época siniestra, bajo el manto de la modernidad se crearon los demonios sociales que se encuentran en pugna brutalmente. No obstante, la sociedad lucha día con día para ganar espacio en el espacio publico y que sus reivindicaciones sean escuchadas.

“Es bien sabido que las revoluciones poseen una “furia iconoclasta”. Ya sea espontáneo, como la destrucción de iglesias, cruces y reliquias católicas durante los primeros meses de la Guerra Civil española, o planeado con más cuidado, como la demolición de la columna Vendôme durante la Comuna de París, este estallido de iconoclasia da forma a todo derrocamiento del orden establecido.” (2)

Esta furia se reinterpreta en la furia con la que se han derrumbado las estatuas de colon y los eslavistas norteamericanos, pero no solo es ahí donde se ve, sino que también en reino único al escribir racista a una estatua de Churchill o en Francia en donde los gobiernos se han negado a cuestionar la historia oficialista y nacionalista en harás de conservar la unidad nacional y mantener impolutos a los héroes forjadores de la patria. Así también no es nuevo que las estatuas de Stalin fueron retiradas en muchas republicas exsocialistas como también las de Marx y Lenin por ser vinculadas a la autocracia comunista y a su régimen autoritario. La película de “Goodbye Lenin” y la escena donde se retira su estatua de una plaza de Berlín del este es sin duda una prueba de este fenómeno que nace de las entrañas de la sociedad.

Traverso nos indica una bofetada de guante blanco a Jean Meyer, antes citado, pues nos afirma que la indignación de los vándalos destructores del patrimonio solo se da porque ponen en duda el consenso racional de occidente. Es un poco como los ataques hacia las feministas que pintan el patrimonio y ponen en duda el régimen patriarcal “Mientras que la perspectiva imaginada de tener que vivir con este tipo de monumentos es intolerable y sofocante, están muy orgullosos de las estatuas de generales confederados, comerciantes de esclavos, reyes genocidas, arquitectos legales de la supremacía blanca y propagandistas del colonialismo fascista que constituyen el legado patrimonial de las sociedades occidentales.”(Traverso, 2020, p. 2 ) y es que es obvio que son los cánones de la sociedad blanca de esos países los que marcan la pauta de la estética de las ciudades, los que deciden que se puede conmemorar y que es parte de un folclor de las minorías que no merece ser tomado en cuenta, hay un racismo sistémico que es cada vez mas evidente. “Las estatuas en disputa celebran el pasado y sus actores, un hecho simple que legitima su eliminación. Las ciudades son cuerpos vivos que cambian de acuerdo con las necesidades, valores y deseos de sus habitantes, y estas transformaciones son siempre el resultado de conflictos políticos y culturales. (Traverso, 2020, p. 3) cuando se derrumban se está dando una dimensión histórica a la lucha de los desposeídos, así como chandra murió por una sociedad patriarcal que la condeno al aborto, las ciudades expulsan a los pobres y gentrifican las ciudades. Es una batalla que se da en la memoria y sus intérpretes.

Señalar a un pasado de ser colonialista, racista, genocida, no significa negarlo más bien es una forma de poner el dedo sobre la llaga, de crear nuevas interpretaciones, de señalar al pasado que es incomodo y hacer consciencia de ello. Por otro lado, existe, un fenómeno que en particular en México se ha venido dando: el de la erección de anti-monumentos que han puesto diferentes movimientos sociales, esta practica es peculiar porque a la construcción de monumentos está relacionado con cuestiones positivas, ya sea recordar a los héroes, una batalla, una fundación. En la ciudad de México, paseo de la reforma era el lugar donde los monumentos eran revestidos de un simbolismo patriótico sin igual, pues las celebraciones se realizaban en el ángel de la independencia y a su alrededor se encuentran todas las estatuas que fueron puestas para celebrar la historia patria.  “Pero la lógica del monumento como operación política no radica en las disputas de la historia ni en los vaivenes de su uso popular, sino en algo más sutil y siniestro: el monumento, al erigirse como recuerdo, tiene una agenda oculta: es estrategia de olvido y silencio.”(el país, 2018) el anti monumento nace del corpus teórico que se da después del holocausto, donde se dan distintos dispositivos de la memoria que tenían como objetivo no la celebración sino el recordatorio de lo que había pasado, el reconocer a una memoria viva que seguía presente.

Los monumentos están vinculados ineludiblemente con la memoria, con la creación de discursos históricos y con la pretensión de realizar una historia patria. “Los anti monumentos son artefactos cargados de afectos y significados que sólo pueden ser comprendidos a través sus dimensiones afectivas, estéticas, colectivas y de acción política.” (Hernández, 2020,) son además una muestra de que los subalternos mandan mensajes y cada día producen discursos que no están relacionados con la oficialidad, son mensajes de duelo, de dolor de angustia, pero también de profunda lucha. Lo que recientemente aconteció con la estatua de Colon en la ciudad de México es una muestra de que existe una parte de la sociedad mexicana que no siente que ese monumento lo representa,  aunque también se encuentra la contraparte. Así, como siempre, la Historia se vuelve un campo de batalla.

Bibliografía

Didi-Huberman, G., & Lebenglik, F. (2006). Ante el tiempo / Before Time: Historia del arte y anacronismo de las imagenes / Art History and anachronistic images (Reprint ed.). Adriana Hidalgo Editora.

Marin, L. (2009) Poder, representación, imagen. Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 13, , pp. 135-153

Díaz Tovar, A.; Ovalle, L. (2018). Antimonumentos. Espacio público, memoria y duelo social en México. Aletheia, 8 (16). En Memoria Académica. Disponible en: http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.8710/pr.8710.pdf

Hartog, F., & Brown, S. (2015). Regimes of Historicity: Presentism and Experiences of Time (European Perspectives: A Series in Social Thought and Cultural Criticism) (English Edition) (Translation ed.). Columbia University Press.

Ricoeur, P. (2010). La memoria, la historia, el olvido (2010.a ed.). TROTTA.

Meyer, J. (2021, 4 enero). 1521 y 1821: ¿Hemiplejía histórica? Nexos. https://www.nexos.com.mx/?p=52061

Traverso, E. (2020, 27 junio). Derribar estatuas no borra la historia, nos hace verla más claramente. Sin Permiso. https://www.sinpermiso.info/textos/derribar-estatuas-no-borra-la-historia-nos-hace-verla-mas-claramente

Hernández, E. (2020, 14 octubre). Dimensiones y paradojas de los antimonumentos en la Ciudad de México. Este País. https://estepais.com/cultura/intervenciones/antimonumentos/

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