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Todas las Madres son Heroicas | Fragmento del discurso de Fidel Castro, con motivo de la Fundación de la Federación de Mujeres Cubanas.

 

“Y qué otra cosa las une, ¡y son los hijos que dejaron en sus casas o llevan en sus entrañas!, y no quieren que mañana sean esclavos de nadie; y no quieren que mañana sean explotados por nadie; y no quieren que mañana sean discriminados por nadie; y no quieren que mañana sean golpeados ni torturados por nadie; y no quieren que mañana sean asesinados por nadie; ¡ni que sean unos traidores, ni que sean sumisos a nadie!”

 

 

En cierta ocasión, muy cerca ya de los primeros días del mes de abril del año 58, cuando ya las comunicaciones en la carretera de Manzanillo a Bayamo habían sido cortadas, fue necesario llevar un mensaje urgente a la ciudad. Nadie transitaba por las carreteras; el pueblo cumplía la consigna de no transitar; era, además, peligroso. Clodomira se ofreció para llevar el mensaje; mas, no había vehículos y ella tuvo la audacia de presentarse en el campamento de las fuerzas de la tiranía, decir que tenía necesidad urgente, por razones familiares, de llegar a Manzanillo, pidió que la llevaran en un carro de combate, y los ingenuos soldados de la tiranía la llevaron hasta Manzanillo en un carro de combate. Es decir, que siempre resolvía los problemas y, por eso, muchas veces se arriesgó, entrando y saliendo en la Sierra, hasta que fue arrestada, junto con Lidia, torturada y asesinada, pero sin que revelara un solo secreto, ni dijera una sola palabra al enemigo. Aquellos cobardes llegaron a ultrajar a mujeres y hasta a asesinarlas. Lo hicieron porque sabían que la Revolución tenía en las mujeres verdaderas combatientes, verdaderas luchadoras. […]

La Revolución, que es tan fuerte en el pueblo, que es tan firme en el pueblo, que para combatir contra los criminales que quieren volver, si no estuviesen ayudados por el imperialismo americano, si no estuvieran ayudados por el Departamento de Estado, por el Pentágono, y por las fuerzas más reaccionarias de la plutocracia yanqui, bastarían las madres para liquidarlos si intentaran regresar.

Pero, claro, ellos no cifran su esperanza en sus propias fuerzas; cifran su esperanza en las fuerzas del extranjero poderoso; cifran su esperanza en las armas del extranjero explotador. Pero, para luchar contra ellos y contra el extranjero, hay algo más fuerte todavía, algo que se llama “pueblo”, algo que se llama “hombres y mujeres, jóvenes y viejos, niños y ancianos”. Para luchar contra ellos, hay algo que se llama “pueblo de América”, y hay algo que se llama “pueblos del mundo”. Para luchar contra ellos está el mundo, ¡el mundo que se vuelve contra ellos! Para luchar contra ellos, hay algo que se llama “Historia”; para luchar contra ellos hay algo que se llama “progreso de la humanidad”. Pero nosotros, en esa gran lucha, estamos en la primera trinchera, en la lucha contra el imperialismo, contra el imperialismo rapaz y explotador, contra el imperialismo sanguinario y voraz, que aquí ha perdido unas cuantas de sus uñas de rapiña. En esa lucha a los cubanos nos ha tocado la vanguardia, la primera trinchera. Y, como es natural, los enemigos de la humanidad tratarán de tomar esta trinchera, y, como es natural, ¡los enemigos de la humanidad no podrán tomar esta trinchera!

[…]

¡Sigue tú con tus esbirros!; ¡sigue tú con los desertores y los traidores;” ¡sigue tú con tu plaga de vendepatrias!; ¡que aquí queda un pueblo bajo cuya bandera caben todos los hijos buenos y dignos! Cualesquiera que sean sus creencias, cualquiera que sea su pensamiento, ¡basta con que a su Patria la quiera por encima de todo!; ¡basta que el bien de su Patria prefiera a cualquier otro interés!; ¡basta con que quiera para su Patria la justicia!; ¡basta con que a su Patria ni la venda ni la traicione jamás!

Y eso es lo que quieren los hijos dignos, los que se reúnen aquí entre estas mujeres, que agitan sus banderas, y que saben que una cosa los une, ¡y es esa bandera que ellas honran! Y que otra cosa las une, ¡y son los hijos que dejaron en sus casas o llevan en sus entrañas!, y no quieren que mañana sean esclavos de nadie; y no quieren que mañana sean explotados por nadie; y no quieren que mañana sean discriminados por nadie; y no quieren que mañana sean golpeados ni torturados por nadie; y no quieren que mañana sean asesinados por nadie; ni que sean unos traidores, ni que sean sumisos a nadie, ¡y tú lo que enseñas es la sumisión y la traición! ¡Y tú vienes aquí con tu oro a comprar conciencias, a sobornar conciencias, a fabricar traidores, a promover Judas!

Y las une, la alegría de hoy, la tranquilidad de hoy, el orgullo de hoy y el honor de hoy. Y basta ser madre para albergar esos sentimientos, y toda madre quiere para sus hijos, en el mañana, lo mejor. Y cada madre quiere que sus hijos puedan estudiar; y cada madre quiere que si su hijo tiene vocación pueda estudiar una carrera universitaria, que antes era nada más que para un grupo de familias que podían contar con sus recursos, porque para las familias humildes, muy raras veces había oportunidad de ir a una Universidad.

Y las madres quieren que el día de mañana, sus hijos no trabajen para otros, que trabajen para ellos y para su Patria. Y basta ser madres para sentirse unidas en esa noble aspiración, y para sentirse unidas, estrechamente, en el desprecio a la injusticia, y a los que no le han hecho más que mal a nuestra Patria, a los que no han sembrado más que el hambre y la miseria, a los que no han sembrado más que el dolor y el luto, abolidos ya para siempre en nuestra tierra.

Porque si tenemos que caer, caeremos todos, pero luchando por el bien; si tenemos que caer, caeremos todos, pero luchando por la libertad; si tenemos que caer, caeremos todos luchando contra el abuso y contra el crimen; si tenemos que caer, caeremos todos, pero luchando por nuestra Patria, por nuestra dignidad, y por la felicidad de nuestro pueblo. Y como nos pongan a escoger entre la esclavitud o el sacrificio, ¡escogeremos siempre el sacrificio!; como nos pongan a escoger entre la sumisión o el sacrificio, ¡escogeremos siempre el sacrificio!; como nos pongan a escoger entre la indignidad y el sacrificio, ¡escogeremos siempre el sacrificio!;

“Porque hemos aprendido demasiado bien, ¡que la vida no vale la pena vivirse, cuando se vive esclavo, cuando se vive sin vergüenza, cuando se vive sin honor, cuando se vive sin libertad!”.

Agosto 1960.

Este discurso, forma parte del Libro Mujeres y Revolución, de Fidel Castro, durante todos los años de Revolución relacionados con la problemática de la Mujer Cubana. Elaborado por la Federación de Mujeres Cubanas y la Editorial de la Mujer, con la colaboración de la Oficina de Asuntos Históricos del Consejo de Estado. Compilación: Yolanda Ferrer Gómez y Carolina Aguilar Ayerra Edición: Editorial de la Mujer con la colaboración de Fernando Carr Composición de textos: Odalys Armenguer Estrada, Teresa Martínez Martínez, Yuselis González Chuy Diseño de cubierta, interior y emplane digital: Luis E. Mederos Antúnez Fotografía de cubierta: Ismael Francisco González Arceo Fotografías de interior: Archivos de Bohemia, Juventud Rebelde ,Granma, Prensa Latina ,Estudios Revolución, AI NyRevista Mujeres Tercera edición, revisada y ampliada octubre de 2010

Texto completo en: http://www.fidelcastro.cu/sites/default/files/fichero_libros/LIBRO–MUJERES–Y–REVOLUCION.pdf

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10 de mayo
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