Tu nuevo rostro
Por Roberto Muñoz
Te encuentras aquí, frente al espejo apunto de empañarse; ves un rostro que te es irreconocible. Hoy te diste cuenta de que tienes voz, que tienes fuerza y un alter ego oculto que ha escapado.
Agachas la cabeza hacia el lavabo, le das vueltas al grifo y limpias la sangre semiseca plasmada en tu cutis; ves como el jabón con tonalidades rojas se va diluyendo por el desagüe, te hipnotiza ese remolino que se lleva junto con el agua los últimos rastros de un hombre que ya no vive.
Al levantarte, ves la cara de una nueva fugitiva; inspeccionas tus arrugas mientras el sonido de las sirenas poco a poco van inundando con eco las losetas del baño. Secas la piel de tu nuevo rostro, te acomodas el vestido, tratas de peinarte, y con el molde de una sonrisa te pones el labial terracota que abandonaste hace tiempo.
Las sirenas suenan frente a la casa, escuchas cómo el sonido del timbre te llama; antes de salir del baño miras el cuerpo por última vez. Abres la puerta con gran naturalidad, los recibes diciéndoles que no sientes remordimiento ni arrepentimiento por haberme matado; les entregas la 38 ya sin balas e indicas donde estoy tirado, algunos con el rostro pálido y pasmado van a buscarme.
Mientras te esposan, les gritas que de favor cierren la regadera, porque con el vapor de agua les será difícil encontrar mi cuerpo.
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