EnsayoLetras

Caldero Cotidiano| El “detente” de AMLO y la generación de la intolerancia religiosa.

Por Roberto Muñoz

En días pasados, una noticia acaparó los encabezados de periódicos y las redes sociales: “el Presidente Andrés Manuel López Obrador había dado positivo a COVID-19.” Yo supe la noticia demasiado tarde, pero sabía que tal suceso iba a desencadenar un zafarrancho virtual en el extraño mundo de Twitter y Facebook. Cuando tuve tiempo para revisar las noticias, todo era un mar de opiniones de espectro amplio, desde los que le deseaban al Presidente una pronta recuperación, hasta los que se desbordaban en la burla y algunos otros que deseaban su muerte. Era algo que ya esperaba, noticias así sacan a relucir la falta de empatía y la deshumanización.

No tardó para que medios de comunicación resucitaran aquella añeja noticia donde supuestamente AMLO decía que su “detente” (un amuleto religioso relacionado con el Sagrado Corazón de Jesús) lo protegería contra el COVID. Esto desbordó un río de burlas y supuestas críticas. Lo que más me sorprendió, es que varios amigos y amigas, contemporáneos míos, que forman parte y se pronuncian a favor de diversos movimientos sociales, hacían replica de estas burlas y atacaban de forma casi racial al Presidente y a sus seguidores. Era un festín de intolerancia religiosa.

Es ahí, donde me puse a pensar que una generación que se burla de la libertad de culto, pero que a la vez, pide que la sociedad respete la libertad intelectual y los derechos de diversos grupos sociales, no creo que sea la más congruente. Es como si la serpiente se hubiese mordido la cola.

Yo entiendo que nuestra generación sea más “despierta” que la anterior. Entiendo que el número de creyentes en este país va en picada. Que nos hemos dado cuenta de los actos de barbarie e injusticias que han hecho las religiones a lo largo de la Historia. Pero, sin darnos cuenta, hemos despertado en nuestra generación un odio exagerado contra los creyentes.

¿Qué puede ser peor que un ultra religioso idiota?: un ultra ateo imbécil. Uno que atenta contra la libertad de culto.

Yo pertenecía a ese grupo.

Vengo de una familia católica, y años atrás no perdía el tiempo para “criticar” las creencias de mi familia. Fue con el pasar del tiempo, que caí en cuenta de que la fe no fue hecha para mí, pero que era un bálsamo espiritual para muchas personas que encontraban en ella una tranquilidad que el mundo material no les ofrecía.

Es claro que lo que distingue a nuestra generación, es la constante crítica que hacemos al mundo exterior. Es algo que aplaudo. Pero debemos darnos cuenta que la crítica debe ser desde la razón, desde la congruencia. No desde el clasismo, ni del ser despectivo, porque eso ya no se trata de una crítica, sino de un odio irracional. Nos estaríamos convirtiendo en lo que tanto detestábamos del mundo antiguo, y nos estaríamos preguntando: ¿En verdad estamos siendo la generación que queríamos?

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