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Trump: ¿Rebelde sin causa o liberal díscolo?

Por: Darío Croc Ures

Al terminar su mandato, Donald Trump deja, como parte de su legado, un record: el de ser el primer presidente estadounidense en enfrentar un segundo juicio político. Su escandaloso discurso de supuesto fraude electoral, descartado por los tribunales, y hasta por senadores de su propio partido, impulsó a sus seguidores a la toma del Capitolio, y dejó en evidencia a Trump, ante la opinión pública internacional, como el principal incitador del ataque al símbolo de la democracia estadounidense.
Desde sus inicios como nación los Estados Unidos registran tres presidentes llevados a juicio político, pero Donald Trump entró en la historia de su país como el único en afrontarlo dos veces. Fiel a su estilo irrespetuoso, el mandatario saliente, que no acepta su derrota electoral por el candidato demócrata, Joe Biden, es acusado de “incitación a la insurrección”, y después de alentar a sus simpatizantes a que irrumpieran con violencia en el Capitolio enfrenta la posibilidad de un segundo impeachment, pese a haber finalizado su mandato en la Casa Blanca.

El juicio político es una de las penas más graves en la Constitución estadounidense contra un mandatario. Ese proceso en contra del ex presidente Trump está, extraordinariamente, acelerado, y aunque no fue destituido y culminó su mandato enfrenta, en el futuro inmediato, afectaciones políticas y financieras, según señalaron funcionarios de la Casa Blanca desde el anonimato.

Desde su primera campaña presidencial en 2016, Trump fue acusado de radicalizar y dividir al país con sus violentas políticas antimigratorias y por su inacción ante los abusos policiales de carácter racial, que generaron graves disturbios y protestas a lo largo del país. Sin embargo, el líder de la mayoría republicana en la Cámara Alta, Mitch McConnell, a pesar de la votación aprobatoria en la Cámara Baja de un segundo impeachment, aseguró que no utilizará el poder de emergencia para convocar al Senado, por lo que el juicio comenzará después del receso del Congreso.

De acuerdo con opiniones de diferentes académicos, es constitucional llevar a cabo un “juicio político tardío”, por lo que la mayor consecuencia para el magnate puede ser que sea descalificado para volver a ocupar la Presidencia. Si el Senado lo condena, la Constitución permite una votación posterior para impedir que un funcionario ocupe “cualquier cargo de honor o confianza en Estados Unidos”.

En 2020 al enfrentar su primer impeachment, incriminado de abuso de poder y obstrucción al Congreso, con la venia del Senado, de mayoría republicana, Trump resultó absuelto. Pero en esta ocasión, con varios miembros de su propio partido político en su contra, Trump tiene en vilo su futuro político. Cabe subrayar que el juicio debe ser avalado solo con una mayoría simple en la Cámara Alta, paso este muy seductor para muchos republicanos que aspiran a la Presidencia y verían en esa acción la única forma de que Trump sea eliminado como miembro activo del partido y desechas sus intenciones de volver a la Casa Blanca con las elecciones de 2024.
Algunos rasgos de la idiosincrasia estadounidense

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En los países hispanoparlantes, principalmente en Latinoamérica, se nombra a los originarios de Estados Unidos con el gentilicio “estadounidenses” o “norteamericanos”, a pesar de ser reconocido que la población estadounidense es compuesta, fundamentalmente, por inmigrantes, que al emigrar llevaron con ellos diversas raíces culturales. Esos grupos sociales, al compartir sus diferentes características de vida con la comunidad, más tarde dieron forma al llamado “American way of life”.
Las leyes norteamericanas hacen énfasis en los derechos y las libertades individuales. Esto ha inculcado en la población un gran individualismo de luchar y defender sus beneficios propios y personales, más que los comunitarios. Aunque existe una amplia fidelidad de grupo, los derechos individuales prevalecen y, para ellos, son los más importantes.
Desde temprana edad, son estimulados a ser independientes. Toman sus propias decisiones sobre sus estudios y futuro en general, y los jóvenes estadounidenses son exhortados a ganar su propio dinero y en general se ve con agrado que residan independiente de sus padres, tan pronto como puedan sostenerse económicamente.
Algo muy importante en las relaciones interpersonales de los norteamericanos es ser directos, honestos y francos, incluso en ocasiones pueden parecer groseros al abordar temas polémicos y embarazosos. Sin embargo, a pesar de poseer la cualidad de la franqueza al ser tan directos, practican el respeto por su interlocutor y evitan, en la mayoría de los casos, ser ofensivos.

Los estadounidenses compiten todo el tiempo, incluso de manera amistosa. Esta cualidad de querer ser siempre los mejores, se refleja en su espíritu deportivo. Ellos otorgan mucha importancia al logro y al éxito personal, tanto en los asuntos profesionales, como en las cosas domésticas o cotidianas, lo que también los hace muy prácticos. Desde pequeños son exhortados a participar en diversas actividades extra-cátedra como por ejemplo deportes, música o excursionismo.
Muchos estadounidenses miden el éxito en función del dinero obtenido o por los bienes que poseen, a pesar de que otros, por el contrario, prefieren una vida más sencilla y espiritual, sin ambiciones desmedidas. Pero, lamentablemente, suelen estar escasamente informados sobre asuntos de carácter internacional. Conocen poco acerca de la geografía, historia y realidades de otros países.

Además, desde sus inicios como nación, la cúpula gobernante ha sido la principal encargada de moldear, en la mentalidad de la población estadounidense, la creencia, expresada en la exaltación del orgullo nacionalista, de que ser norteamericano es el mayor premio que puede tener el ser humano.
El fenómeno Trump: un electrón libre

En su campaña electoral, al igual que en su posterior presidencia, Donald Trump efectuó una ruptura con las prácticas y formas tradicionales de la política occidental. El requerimiento permanente de los sentimientos de los electores, declaraciones racistas, xenófobas, machistas y hostiles a las minorías, una política interior de avenencia con el pasado y una política exterior altisonante han sido elementos primordiales en el gobierno de Trump, diariamente calificado como confuso, violento y populista.
La ideología de Trump es esencialmente reaccionaria; de oposición constante a otros movimientos y corrientes, esencialmente considerados progresistas al reconocer los derechos de minorías, hispanos, negros, musulmanes, inmigrantes o refugiados.

A Trump se le suele identificar con una llamada derecha alternativa estadounidense, pero Trump se destaca por tener un perfil propio dentro de esa derecha alternativa que predica el anti-establishment al considerase traicionada por un Partido Republicano demasiado cercano al Demócrata, que según esa corriente ha asumido concepciones de la izquierda como el multiculturalismo, la aceptación de la creciente inmigración y la integración de los EE. UU. en la economía globalizada. Trump, actuando como un electrón libre, expresa su acuerdo con el supremacismo cultural, la xenofobia, el racismo y el machismo; rasgos que son expresión de su pensamiento, caracterizado por reaccionar ante todo lo que pueda ser calificado como progresismo. Trump reacciona con rabia y gran pesar al ver una sociedad estadounidense cada vez menos blanca, anglosajona, protes¬tante y masculina, y distinguida, por el contrario, por un mayor pluralismo cultural, religioso y racial, donde también avanzan los logros por la igualdad de género y la diversidad sexual. El ex presidente reacciona con nostalgia ante la supuesta pérdida de una América blanca, anglosajona, conservadora y protestante, y hace coincidir su ideología con cierta corriente populista estadounidense que critica a las élites en nombre del pueblo, entendiendo como pueblo aquella masa de herencia europea

Trump considera que hay tratados internacio¬nales de libre comercio perjudiciales para EE. UU., por lo que ha criticado duramente al NAFTA con Canadá y México. De igual forma, ha criticado la supuesta posición ventajosa que tienen los productos alemanes o chinos en Estados Unidos, y promovido la salida de su país del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, de la UNESCO y del Acuerdo de París sobre el Cambio Climático. Ha presionado a los países de la OTAN a asumir mayores gastos en defensa desarrollando una política exterior agresiva, abierta siempre a la opción militar, incluso nuclear, frente a Siria, Irán o Corea del Norte y recrudecido las medidas punitivas contra Cuba y Venezuela.

El ex presidente Barak Obama, impulsó como lema de su campaña la frase Yes, we can (Sí, podemos), como su propuesta de un pacto social para mejorar la sociedad estadounidense, Trump, por el contrario, durante su campaña electoral de 2016 estimuló el personalismo, el caudillismo, el mesianismo y el paternalismo al presentarse a sí mismo como el único individuo capaz de solucionar todos los problemas de su país, y para lograr su objetivo buscó identificarse con el hombre medio americano, el que según él es víctima de los poderosos, de los medios de comunicación y de las élites económicas, políticas e intelectuales.

 

El populismo de Trump

En su prédica populista Trump ve la existencia de un enemigo interno y otro externo, ambos enemigos del pueblo. Las élites políticas y económicas son el enemigo habi¬tual para esa corriente de pensamiento, pero también lo son los inmigrantes, los refugiados y extranjeros, o un país determinado, lo concreto es que siempre haya un enemigo con el que no es posible negociar, solo cabe luchar, enfrentarlo, con quien no se puede pactar ni negociar, única forma de alcanzar la victoria y establecer su hegemonía y concretar sus objetivos.

El populismo siempre enarbola el ideal de la lucha contra una sociedad corrupta, podrida moralmente, y busca regresar a un pasado glorioso en aras de un futuro utópico. No es dable acceder a reformas sociales parciales, como tampoco es admisible efectuar los cambios requeridos por la sociedad de modo progresivo. La solución es derribar la putrefacta sociedad actual para construir una nueva y límpida sociedad. Para ello es necesario apelar a la emoción, no a la razón, de los votantes, para lo que el líder deberá actuar sin control institucional alguno, pues él representa al pueblo y habla en su nombre y, entonces, limitar el poder del líder es limitar el poder del pueblo.

Por último, el populismo desarrolla una concepción en la que la supuesta unidad del pueblo y la idealización del pasado le conducen a interpretar la historia acorde a sus intereses, fuera de la realidad, identificando al enemigo con élites corruptas opuestas al cambio y lo extranjero, punto de partida para promover e inculcar el nacionalismo.

 

¿Qué motivó que Donald Trump llegara a presidente de los Estados Unidos?

Los elementos enumerados hasta aquí, convergieron en una evolución particular de la sociedad norteamericana, como resultado del desarrollo de un proceso de causa y efecto que permitieron el surgimiento del fenómeno Trump. Si las características de la sociedad norteamericana fueran otras el ex presidente norteamericano, difícilmente, hubiese podido hacer coincidir su pensamiento nacionalista, populista, con profundos rasgos de la idiosincrasia del norteamericano común, dividiendo el país a niveles nunca antes alcanzados. El factor dinero, que le permitió impulsar una millonaria campaña electoral, desafiando medios periodísticos tan importantes como CNN, canales televisivos o periódicos influyentes como New York Times, es otro factor por lo que un hombre de pensar tan retrógrado, tan reaccionario, pudo llegar a ser presidente de una nación tan poderosa como los Estados Unidos. El populismo de Trump, sumado a su soberbia, su actitud discriminatoria que niega sus orígenes, su postura de rebelde anti-establishment, la idiosincrasia del norteamericano, que de por sí los hace individualistas, directos, independientes, competitivos y extremadamente nacionalistas, todo conjugado en un fenómeno único, sui géneris, permitió el surgimiento del supuesto líder, que debía unificar el país en torno a su partido, supuestamente también unificado bajo la dirección de su líder, y en su afán de poder dividió a ambos y solo logró inscribirse en los anales históricos como el peor presidente de los Estados Unidos, al que repudia cualquier ciudadano del mundo con un mínimo sentido común. La interrogante del porqué fue posible que alguien, con las características y antivalores de Trump, particularidades opuestas a las de gran parte de la población norteamericana, llegara a la oficina oval de la Casa Blanca, es una de las que tendrán que dar respuesta el recién electo presidente, el demócrata Joe Biden, si de verdad pretende componer la fractura que soporta su nación y restañar la muy lastimada democracia estadounidense, y académicos e investigadores que intenten interpretar objetivamente los cambios operados en la sociedad norteamericana actual, y también deberán responder a esa pregunta esa gran parte de los estadounidenses que no votaron por Trump, o votaron por él y luego se arrepintieron, para que en un futuro logren un país sin manchas tan groseras, como lo son el racismo, la xenofobia y cualquier otra discriminación que mantienen la actual división del país.

 

 

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