EnsayoLetras

Caldero Cotidiano| Por Amor a Los Kaijus

Por: Roberto Muñoz

Para Arturo, quien comparte la misma afición por Godzilla desde que éramos unos niños.

De niño jamás leí un solo libro, la verdad es que yo fui criado por la televisión en mis años de la niñez temprana. Tengo todo un racimo de recuerdos de estar reunido con mis primos en la sala de la casa de mi abuelo, y como si se tratara de una tribu neandertal hipnotizada por el fuego, nosotros nos pasábamos las tardes viendo infinidad de películas piratas con un reproductor de DVD. Frente al televisor vimos películas como: “RoboCop”, “Alien”, “Jurassic Park”, “Tiburón”, “Depredador” y “Rambo”; pero si hubo una película que me cambio la vida fue: “Godzilla: Tokyo S.O.S”.  Película que formaba parte de la llamada “Kiryu Saga” (nombre original del Mechagodzilla); a pesar de que fue filmada en 2003 y muy lejos de la calidad de los efectos especiales de Hollywood, “Godzilla: Tokyo S.O.S.” nos ofrecía grandes peleas entre un Godzilla que reaparecía en tierras niponas y un Mechagodzilla que equiparaba en fuerzas al rey de los monstros; además de la inolvidable aparición de Mothra, que a pesar de ser fugaz, me sacó unas cuantas lágrimas.

Tiempo después, acudí a la sabia mente cinéfila de mi vendedor predilecto de películas piratas, y por tan solo $25 pesos, me dio 2 CD’s con 6 películas en cada disco; 11 películas pertenecían a diversas entregas que había hecho Toho (la casa productora de la franquicia de Godzilla), y la doceava era la horrenda versión estadounidense del ’98. Verlas era una sensación agridulce, pues la ruptura del tiempo hacía que algunas fueran risibles o ridículas, pero otras simplemente espectaculares. <<¿Qué parecían (y eran) botargas?>>: Muy cierto. <<¿Qué no tienen ningún valor?>>: Depende. <<¿De qué?>>: De que las vieras con cierta perspectiva.

El nacimiento de Godzilla surgió del dolor de toda una nación: las caídas de las bombas atómicas. Un suceso abominable que provocó que de las profundidades del mar (y del imaginario de algunas personas) salieran titanes igual de abominables. El cine kaiju sirvió como bálsamo para los nipones plantando una realidad alterna al suceso de las caídas de “Little Boy” y “Fat Man” y las consecuencias que podía desencadenar el gran hongo atómico. De igual manera, esta nación que tenía todavía la herida muy abierta de su mayor tragedia, la utilizó y creó toda una industria cinematográfica que impactó en la cultura popular y que sigue teniendo mucha presencia a más de medio siglo.

En el 2004, con el motivo del 50° aniversario del rey de los monstros, Toho lanzó “Godzilla: Final Wars”, que era un retrato perfecto de todo por lo que el Kaiju estaba pasando en ese momento; pues el estudio había caído en un abismo de decadencia por la falta de ideas creativas y con unos efectos especiales que se iban quedando rezagados en comparación con las películas occidentales; esto ocasionó que el personaje fuera agonizando lentamente en la pantalla grande. Entonces, Toho optó por parar todo proyecto relacionado con Godzilla y dejarlo a merced del tiempo. Al igual que en sus historias, Godzilla desapareció del mundo terrenal por un largo período (específicamente: una década). Yo nací demasiado tarde, así que no pude ver en el cine ninguna película de Godzilla en la primera década del siglo XXI.

Ya más consiente, en el 2013, Guillermo del Toro hizo desempolvar nuestra nostalgia y como si se tratara de una oda cinematográfica al legado de Toho, el cineasta lanzó a los cines “Pacific Rim”. Por fin, ya podíamos ver a unos Kaijus tan realistas que impactaban por su instinto voraz e imponente, y Mecha’s que hacían retumbar el suelo por su inconmensurable tamaño y peso. Esta película que retrataba de manera increíble una guerra contra los Kaijus, hicieron que Toho le cediera los derechos de Godzilla a Legendary Pictures, y meses después de la gran “Pacific Rim”, un trailer de la nueva versión del rey de los monstros llegaba para volarme la cabeza.

Aquella película salió 2 días después de mi cumpleaños, así que aprovechándome del furor de estar otro año más en este planeta, mi hermano y yo nos fuimos al cine del boulevard 5 de mayo y dos boletos para una función en 3D nos hicieron pasar una experiencia descomunal. Gareth Edwards se ganó el abucheo de la crítica, pero no importaba porque se ganó mi aplauso. Muchos le recriminaban al director la poca aparición de Godzilla, pero de esas pocas veces que salía en la pantalla, una nueva escena épica quedaba impregnada en mi memoria; como aquella pelea nocturna en San Francisco donde las espinas dorsales de Godzilla se iban encendiendo poco a poco y un sonido en aumento anunciaba un ataque: el gran aliento atómico que se lanzaba contra el MUTO. Fue una película muy poco valorada, pero sin ella, las bases de lo que hoy se conoce como el “Monsterverse” jamás hubieran sido tan firmes y tan bien adaptadas a nuestra (supuestamente) época moderna. Además, mostraba a un Godzilla que no era malo por ser malo, sino que es un ser que pone un orden en el equilibrio del planeta tierra y que, a diferencia de sus antecesores, este no odiaba a la humanidad. Las únicas palabras que le podía decir a la nueva película de Godzilla del 2014, eran las mismas que Gustavo Cerati le dijo a Luis Alberto Spinetta después de tocar junto a él en un concierto: <<Si hay un sueño cumplido, es este>>.

Así pasaron los años, y como si fuera una adolecente obsesionada con una Boy band, yo le sigo siendo fiel a las secuelas que van apareciendo del “Monsterverse”; no importa que las tramas de los seres humanos sean somníferas, ni que Godzilla y los demás Kaijus actúen mejor que Millie Bobby Brown; incluso, que siendo yo un paranoico de estos tiempos pandémicos, me fui al cine a ver “Godzilla vs. Kong”. Obviamente, ustedes ya supondrán que yo siempre fui “Team Godzilla”. No piensen que le tengo algún desprecio al mono, pues yo saqué por los ojos un mar de lágrimas en su película del 2005 cuando cae muerto desde la cima del Empire State; pero Godzilla marcó (y seguirá marcando) a muchas generaciones y jamás será borrado del imaginario colectivo de la humanidad. Así que, como diría el personaje de la Dr. Emma Russell: “¡Larga vida al rey!”.





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