HistoriaInternacional

Inicia el siglo XXI

Ante el siglo XXI

César Javier

El probable final del mundo

Cuando Francis Fukuyama habló sobre el final de la historia, solo imaginó que el libre mercado junto con la democracia liberal traería la posibilidad de erradicar las guerras. El capitalismo venció como proyecto civilizatorio al socialismo real del siglo XX encabezado por la Unión Soviética. No obstante, no imaginó que realmente el capitalismo, sin ningún tipo de barreras, no traería el final de la historia, sino del mundo.

Uno nunca piensa que la estética cinematográfica, donde se muestra un futuro de destrucción, sí puede ser probable. Y realmente sorprende que, en estos 15 mil millones de años, desde que surgió nuestro planeta, haya sido específicamente la revolución industrial y con mayor profundidad en la Gran aceleración (de la década de 1960), cuando se gestó el final del mundo: es decir, en tan solo unos 300 años. La modernidad capitalista sí conquistó el mundo y se instauró de manera objetiva y también subjetiva.

Objetiva, que se muestra en los territorios urbanizados donde se concentran los capitales que, para aliviar sus crisis de sobreacumulación, recurren a urbanizar otros territorios o poner en marcha la destrucción creativa con la obsolescencia programada de nuestros celulares o la destrucción de media Europa, con en la segunda guerra mundial. Objetiva también porque destruye vidas no humanas, como en la Amazonia; y humanas, como el deterioro de la salud de obreros en las minas.

Subjetiva, porque este modelo de sociedad ha logrado sacar lo peor de las personas. Sobresalen rasgos como el individualismo[1] y el hiperconsumismo que dejó de preguntarse sobre las relaciones de explotación que hay detrás de cada objeto producido.

Existe una crisis civilizatoria que deviene en la guerra, declive ecológico, especulaciones financieras que empobrecen países, contaminación y sobreexplotación de elementos energéticos, así como enormes éxodos de personas que se mueven de medio oriente a Europa o de Centroamérica hacia Norteamérica.

Y al contrario de lo que se podía pensar en las viejas concepciones respecto a que la crisis orillaría a la sociedad a organizarse y tomar el rumbo de su propia historia, parece que solo se profundizarán la pelea de todos contra todos: la barbarie mundializada innata al capitalismo ¿Pues de qué modo subsistiría este sistema de explotación, sino es con los peores valores de la humanidad? ¿De qué modo se podría justificar la precarización laboral, la depredación ecológica y el asesinato de resistencias, sino es con la inmensa omisión?

Esta guerra con múltiples escalas ya se mira en todos lados. Por los recursos entre los Estados Nación como el petróleo, el agua, el gas o los minerales preciosos, se perpetra como una guerra institucional; pero esta violencia también surge entre la misma sociedad, como la organización de agrupaciones mexicanas para expulsar a pedradas -literal- al norte del país, a las caravanas migrantes. La batalla entre desposeídos para que alguno desposea menos que el otro.

La alternativa ante el final

De manera actual las resistencias son varias y significativas. Sin embargo, estas no se han vinculado para crear las condiciones objetivas y subjetivas que permitan catapultar una resistencia continental (o mundial) contra la violencia estructural del siglo XXI.

Considero que la destrucción de los metarrelatos, como la lucha de clases, trajo consigo la hiper fragmentación de visiones y resistencias alternativas al capitalismo. Toda resistencia es legítima ante cualquier opresión: sea esta económica, colonial, patriarcal… pero si no se vislumbra un movimiento de gran escala, difícilmente se podrá detener al sistema actual que sin ninguna duda se ha consolidado en buena parte del mundo.

De manera personal pienso que el término de una alternativa de gran escala fue en la década de 1970, cuando el neoliberalismo le ganó, incluso, al estado de bienestar. Al revisar la historia contemporánea, el proyecto socialista causó agitación mundial. Sin embargo, los errores de la URSS (como el capitalismo de estado y el autoritarismo) junto con toda la campaña norteamericana, provocó el inicio del declive del mundo actual.

La alternativa es unificar programas políticos y de resistencia expresados de manera heterogénea en los territorios. La vía concreta para lograrlo, como siempre, radica en las particularidades de cada movimiento. Mi hermano me recordaba que el proyecto socialista en el siglo XX creció después de las dos guerras mundiales: cuando se agudizó y externó sin vergüenza alguna la violencia nazi-fascista. La unión, como uno de los tantos ejemplos, fue evidente con la concentración de las legiones extranjeras en España, durante la guerra civil.

Espero que la unificación de alternativas no provenga de la agitación profunda, producida por alguna otra escala bélica de corte internacional.

 

[1] Bolívar Echeverría sí lo distingue como uno de los elementos más característicos del ethos de la modernidad. Véase: Echeverría, B. (2011). Crítica de la modernidad capitalista: antología. Vicepresidencia del Estado, Presidencia de la Asamblea Legislativa Plurinacional.



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