Economía

EL COVID-19: Una oportunidad para revalorizar las dinámicas alternativas de la economía y trabajar la autonomía de las comunidades

Mientras nos preguntamos ¿De quién es la culpa? ¿Hasta cuándo vamos a salir? ¿Qué va a pasar después de la pandemia? ¿Qué voy a hacer mientras paso tanto tiempo en casa? en este proceso evolutivo del coronavirus se han puesto sobre la mesa algunos temas.

Claramente, todos estamos enfrentando problemas y tenemos diferentes retos. Poco se ha dicho sobre la manera en que en las comunidades indígenas y agrícolas están viviendo esta crisis humanitaria, social, económica y política.

Hace unos días escuché a alguien decir:

“Los campesinos son los que menos están sufriendo porque ellos están acostumbrados a solucionar problemas como estos, aquellos que sufren más son las personas de la ciudad, que no tienen un referente, que no saben cómo enfrentar estos retos y que se les acaba el mundo por cosas tan simples”

Este comentario me hizo pensar varias cosas. No es que los campesinos sepan vivir con hambre o con escasez de agua.

Quiero hacer hincapié en que los problemas que las personas de comunidades han tenido que enfrentar se los debemos a una serie de acontecimientos históricos que generaron las condiciones sociales y políticas para organizar la economía y nuestro consumo; que, a su vez, en diferentes niveles ha configurando nuestro sistema social.

Sin duda, los campesinos y los indígenas pertenecen a un grupo en situación de vulnerabilidad, se encuentran sistemáticamente vulnerados, cosa que es diferente a pensar que pertenecen a un grupo vulnerable y normalizar eso.

Tenemos mucho que aprender sobre la organización comunitaria en espacios rurales, no es coincidencia que cuando parece que tenemos que buscar nuevas formas de relacionarnos, solucionar un problema que es global y está afectando todos los rincones del mundo, volteamos a ver lo local y las dinámicas “no modernas” y “Atrasadas”. Con esto no quiero decir que estas comunidades tengan solucionado el problema, como se plantea en las primeras líneas y en seguida explico la razón.

Las ciudad global entendida por Saskia Sassen, como “aquella ciudad que forma parte de una red global de lugares estratégicos en el mundo” que dependen de la internacionalización de las empresas, exportación, importación y la interconexión, que por mucho tiempo han marcado el devenir comercial y son el ícono del desarrollo, hoy, se encuentran envueltas en una gran incertidumbre enmarcada en el debate sobre “La reactivación económica” pero, ¿Qué pasa con las comunidades, aquellas denominadas como subalternas o periféricas? La globalización configuró en muchos sentidos el tejido social y económico, a partir de esto, surgen las identidades híbridas, proceso que viene acompañado de la transformación y adaptación de las relaciones sociales que han ido modificando, poco a poco, los habitus de personas pertenecientes a comunidades indígenas o campesinas generando nuevas estrategias organizativas y de reproducción para el desarrollo social que les ayude a formar parte de un mundo que los había excluido. En esta transformación y búsqueda de nuevas formas organizativas, se pierden acciones comunitarias que se basaban en el bien común.

Como lo señaló Althusser, “La condición final de la producción es la reproducción de las condiciones de producción” ¿Qué pasa cuando esa reproducción de condiciones que generan la producción no es posible? Se busca una nueva forma de producir. A la par, cambian las dinámicas de reproducción y significación de valores tanto de cambio, como de uso.

 

La identidad y estrategias locales

De la globalización se obtuvo la complejización del mundo social, misma que se mantendrá pero el proceso de la pandemia abre una oportunidad para recuperar dinámicas tradicionales que se habían perdido y generar autonomía en las comunidades para que no dependan de las ciudades (cosa que no es igual a decir que vivan aislados de las mismas).

Lo local como una posibilidad pero no vista como una posibilidad para el desarrollo o para potencializar los recursos endógenos hacia el exterior de la comunidad sino para potencializar los bienes endógenos hacia el interior. Una solidaridad local, interna. Entonces, no se trata ahora de generar beneficios locales a partir de oportunidades globales.

Esto no significa el final de la economía como la conocemos,  es una oportunidad para revalorizar las dinámicas alternativas de la economía y llevarlas a la práctica. En ese sentido, la región como elemento principal para generar estrategias comunitarias que beneficien a las personas en este tiempo de cuarentena y después de ella.

Había pensado insistentemente en el concepto de desarrollo local. El desarrollo local se genera a partir de identificar el conjunto de recursos materias, ambientales, económicos, políticos y sociales de una comunidad y explotarlos para producir riqueza y mejorar la calidad de vida de las personas, hay una revalorización del territorio que se basa en la valorización del cambio, es decir, sacar el mayor provecho de los recursos endógenos de las comunidades.

Veo una dualidad en el concepto de desarrollo local. Por un lado la integración regional y el fortalecimiento de la identidad y por otro, se piensa en el valor monetario de la mercancía, llamado como valor de cambio. Lo que se protegía, ahora se explota: una política de este tipo puede generar cambios en el sistema de valores (Cosmovisión) y por ende, en las dinámicas de reproducción cultural y social debido a las necesidades que se presentan en la comunidad; es por ello que las propuestas de trabajo basadas en el desarrollo local, deben de ser estudiadas desde los discursos y metodologías para evaluar el impacto social.

El problema con este concepto se materializa en la necesidad de dividir lo que es moderno y lo que no, en la necesidad de urbanizar todo y rechazar las ideas relacionadas a la tierra como madre y como centro del tejido social, las propuestas que vienen tienen que ser desde valorizar los saberes populares.

¡Soluciones a los problemas tomando en cuenta los saberes del pueblo! No es necesario modificar las cosas que se hacen en comunidad, sino potencializar las mismas. Es así como se puede dar un desarrollo local, desde el respeto a su sistema de valores y generando un empoderamiento que les permite tomar agencia de su territorio.

 

La oportunidad  que viene con la crisis

Hoy, en el mundo y debido a este proceso histórico ¿Se están generando las condiciones sociales y políticas para repensar y empezar una nueva forma de consumo y organización? El impacto en las dinámicas económicas de las familias de todo el mundo, está colocando el trueque, las monedas comunitarias, la economía solidaria, entre otros, como alternativas para solucionar las necesidades inmediatas que tenemos, sin embargo, no significa que sea un proceso de larga duración pero sí es una oportunidad para hablar y repensar nuestras relaciones comerciales y de consumo.

Así como muchas comunidades dejaron de ser agrícolas y cambiaron sus hábitos, muchas otras están revalorizando las dinámicas de intercambio solidario y quizá algunas otras decidan empezar a trabajar la tierra o retomar ese hábito; estas decisiones y cambios tienen en común que se encuentran atravesadas por momentos de crisis, coyunturas o problema sociales que tienen que enfrentar.

Las comunidades que se vieron obligadas a modificar su sistema de producción y reproducción para pertenecer a un mundo que les exigía hacerlo, ahora, tienen que volver a cambiar sus estrategias organizativas, ya sea por un periodo largo o corto, esta es la incertidumbre de lo que pude dejar el covid-19. Para muchas de estas comunidades, sus canales de comercialización se cerraron, es decir, no pueden ir a las ciudades a vender sus productos o artesanías y ¿Qué pasa cuando no se pueden concretar sus rutas de comercialización? tienen que generar nuevas estrategias pero al interior de sus comunidades, que a largo plazo podría generar un desarrollo local y comunitario. Es así como afirmo que una puerta se abre para trabajar la identidad, reforzar proyectos locales y revalorizar las dinámicas tradicionales de la economía y los saberes populares. Una necesidad desde hace mucho tiempo.

Ahora bien, se requieren soluciones prácticas no sólo lógicas, de este modo, la invitación con este artículo es que dejemos de reproducir proyectos sociales paternalistas con el otro, que se busque el intercambio solidario, le demos fuerza o generemos propuestas basadas en la comunicación popular, socialicemos estas propuestas de trabajo comunitario y economía social con los que tenemos cerca y sobre todo, sigamos construyendo diálogo para buscar nuevas estrategias.

Como conclusión, el proceso que vino con la globalización obligó a las comunidades a descampesinarse y negar parte de su identidad. Con el covid-19 y la cuarentena pueden recuperar esa autonomía que tenían y revalorizar el trabajo con la tierra. En este sentido, afirmo que en todos lados hay tierra pero en las ciudades no podemos verla. ¡Rompe el cemento y siembra! Reivindicar la lucha a la tierra no debe de ser un acto sólo de los campesinos y esta es la tarea que también se nos presenta: Recuperar nuestra autonomía, desintoxicar nuestros cuerpos de la industria alimentaria y proteger nuestro territorio.

Me gustaría compartirles que mientras escribía esto no dejaba de pensar que quizá es una forma muy romántica de ver a las comunidades en estos tiempos, por lo que decidí finalizar diciendo que no olvidemos que muchas comunidades rurales o indígenas sufren discriminación para el acceso a servicios de salud, tienen que recorrer distancias largas para llegar a hospitales o ser atendidos por doctores, no cuentan con agua o comida y si no tienen electricidad mucho menos internet, esto dificulta el acceso a la información y a programas de apoyo.

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Crisis por COVID-19
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Lucia Castillo

Lucía Texis Castillo Estudiante de sociología en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) Trabaja en Yaocalli Centro de Estudios y Acción Social y en La Unión de Trabajo por el Bienestar Comunitario (UTBICO) Ejes temáticos: Trabajo comunitario, feminismo, pedagogía e identidad