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Cuando las campanas repican: La muerte en tiempos de Covid

Por Ricardo Méndez Hernández

Durante gran parte de la historia de México y aún hoy en día las campanas orientan la vida de las personas, sobre todo en las pequeñas comarcas y pueblos que se dispersan por todo el centro sur del país del cornucopio.  Esta antaña costumbre, herencia medieval, según nos ilustra Johan Huizinga en su clásico libro “El otoño en la edad media”, se ha arraigado notablemente y pese a que la tecnología poco a poco diluye muchas de estas prácticas, aun podemos verlas en acción en esos pueblos que conforman aquello que Bonfil Batalla llamó como el México profundo. Cada repique es distinto y anuncia cosas diferentes, los puede haber para anunciar una misa, una fiesta, para hacer que se congregue la genta ante un eventual problema o cuando una persona muere. Este último repique inicia un accionar colectivo que se traduce en preparar una serie de rituales para poder despedir a los seres queridos de una forma solemne y necesaria: primero se vela el cuerpo toda una noche, es ahí donde familiares más cercanos recuerdan las experiencias vividas con el difunto, a la mañana siguiente  se lleva el ataúd a misa para posteriormente dirigirse al cementerio en una peregrinación donde los rezos, la música y el llanto son  sonidos que se cruzan entre sí y acompañan el último viaje de quien será depositado en el cementerio con decenas de flores. Los familiares, amigos y conocidos que acompañan al trayecto se les invita a comer algo sencillo, a partir de ese día y los nueve que le siguen, por la noche se rezará un rosario para culminar con la búsqueda de los padrinos y la posterior “levantada de cruz”, un año después se repite este último ritual para dar por terminado lo que dicta la costumbre. Acompañar a los muertos en su camino es una costumbre que tiene tintes prehispánicos, pero como todo, se nutre de ese abigarrado mestizaje cultural que nos dio la conquista.

Los ritos funerarios han sido pieza clave en el entendimiento de la cultura de cada región, pues es la relación y sentido que se encuentra a la muerte lo que ha amalgamado a las sociedades pasadas y presentes, ya que, ante todo, seguimos siendo el correlato de los muertos o mejor dicho, de nuestros muertos. La pandemia de Covid-19, trastocó estas costumbres milenarias en algunas regiones, para el caso de Puebla por ejemplo estos ritos funerarios se vieron limitados y casi desaparecidos en el periodo en el que el virus asoló más fuertemente al estado, esto llevó a que el miedo se apoderara de las personas, ese milenario miedo a la muerte logró que el tiempo de duelo que implicaba varios días se acortara a unas cuantas horas. “Queremos acompañar a nuestro difunto como se debe, pero el virus no nos deja” comentaba una señora que perdió un familiar hace algunas semanas, “ya nomas nos pasan para el panteón sin una misa siquiera, y hasta en cenizas namas” comenta otro señor mientras se acomoda su sombrero, ambos me ilustran que entienden la gravedad de la situación, pero que no les gustaría morir de esta forma, sin tener esa despedida final. Sin duda, la sociedad mexicana aún conserva esa cultura de despedir a sus muertos con abrazos, lagrimas y rituales que glosan y dan sentido a la muerte, y las autoridades recomiendan que no lleven acabo esas concentraciones de gente pues el covid planteó una nueva forma de llevar el duelo, una cruda realidad que provoca el aislamiento, la distancia social y el miedo latente al contagio. Mientras se relaja el distanciamiento social y la pandemia parece reducirse se renuevan estos rituales, pero ante una nueva ola que amenaza México en la época invernal, es probable que se comiencen a limitar nuevamente. A pesar de todo esto, sin duda, cuando una vacuna sea eficiente y llegue a la mayoría de la población se retornarán a las costumbres milenarias: los silencios se romperán, las velas y veladoras volverán a iluminar la despedida y las abundantes flores adornaran el féretro. El dolor de perder a alguien querido es enorme, pero con el apoyo social y comunitario puede ser llevado de una mejor forma, pues no olvidemos que esta pandemia también ha traído problemas de salud mental que implican un reto a futuro para el sector salud y para la sociedad en general. Volver a lo comunitario, a esa solidaridad de antaño es la vía mas clara para mitigar un escenario adverso que hoy por hoy no tiene final.

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